jueves, 22 de noviembre de 2012

Algo pequeñito

    Hace poco más de una semana comencé mi nueva vida, fue un paso muy grande y difícil de empezar.

    Recuerdo que hace cosa de un mes vine a Madrid para hacer una entrevista, llegué a las 7 de la mañana tras pasar toda la noche en el autobús entre cabezadas, ronquidos de algún compañero de viaje y traqueteo de un autobús lleno de diferentes nacionalidades, edades y objetivos. Muy temprano por la mañana llegué a una estación ya abarrotada de gente, tomé el metro y me dirigí a casa para tomar una ducha, despejar las ideas y prepararme para la entrevista, de la que salí muy contenta y encantada por el buen ambiente y vibraciones que me dió la empresa; y así volví a mi rutina diaria en la capital andaluza.

    Justo un par de días después recibí una llamada por la mañana bien temprano: Lorena, la empresa SAP ha apostado por tí y quiere que te incorpores al equipo. Me quedé sin palabras, para que negarlo, realmente no esperaba la llamada. Me inundaron una oleada de sentimientos contradictorios que tuve que poner en pie en cuestión de días. Fue una decisión difícil, muy difícil, pero tras mucho reflexionar tomé mi decisión.

    Ahora estoy en Madrid en una empresa muy grande, bien conocida y en un ambiente de trabajo estupendo, con unos compañeros que me apoyan y arropan desde el primer momento, a los que cada día tomo un poquito más de cariño. Vivo sola en el piso de mis abuelos, hecho que a la vez que me da libertad al mismo tiempo me coharta porque no me siento del todo independizada ni libre. ¿Cual es el inconveniente de todo esto por decirlo asi? me siento pequeña, muy pequeñita. Siento que a veces me queda todo grande, me encuentro sola en una gran ciudad en la que paseo sola, como sola en algún restaurante o bar, voy a algún espectáculo o de visita sola..... me siento pequeña e indefensa, pero al mismo tiempo sé que no soy la única que ha pasado por esa situación, sé que soy muy valiente porque mis compañeros de trabajo me lo dicen muy a menudo, lo que me enorgullece y llena de valor e infunde ganas de seguir adelante.

    Pues aunque muchas veces me sienta muy pequeñita, muy chiquitita, sé que soy muy valiente y eso me da fuerzas para comerme el mundo y seguir mi caminito pasito a pasito.

   

sábado, 3 de noviembre de 2012

Chiquitita

     Esta noche salí a pasear. Caminé durante horas sin rumbo ni destino, solo con la única idea en mente de caminar, pero de repente me encontré con ella.

     El frio viento abofeteaba mis mejillas sonrojadas por la aflicción que sentía en esos momentos, la lluvia mojaba mi cara y empababa mi cabello y mis ropas, mis pies daban un paso detrás de otro sobre el frio y húmedo asfalto, un escalofrío recorría mi espalda con cada ulular del viento a mis espaldas, temerosa de que alguien estuviera siguiendo mis pasos. Enfrascada en mis pensamientos, no caí más que en la cuenta de que los coches pasaban a mi alrededor haciendo caso omiso de mi presencia, hasta que subitamente un ruido extraño me alarmó y me hizo buscar cobijo. Acurrucada bajo un manto de estrellas y al refugio de un cielo sombrio busque la sombra más cercana en la que poder pasar desapercibida, fue entonces cuando claramente la escuché.

     Ella vestía unos altos zapatos negros de tacón que retumbaban en la distancia, se cobijaba del frio con un abrigo negro que apenas dejaba ver su rostro y su figura, pero no era necesario verla para poder sentirla. El sonido de sus tacones estaba camuflado por su angustioso llanto, un sollozo continuo interrumpido por esporádicas bocanas profundas de aire que daban de nuevo paso a un lloro incontrolable. La miré y escuché desde la distancia pensando que yo la entendía, que quería acercarme a ella y decirla "chiquitita, no has de llorar", sé fuerte y sigue adelante; pero no me atreví. Permanecí en mi refugio escondida y pensativa hasta que el sonar de sus tacones dejó de oirse, fue entonces cuando retomé mis pasos sin sentido hacia la nada.

     Solo podía pensar en ella, ¿qué le habría provocado ese sollozo tan desgarrador?, ¿por qué no había nadie tras ella para consolarla?, ¿por qué caminaba sola por esos parajes tan oscuros y sombríos? ¿de dónde había salido?, ¿a dónde iba?. Pero de repente mi mirada perdida y melancólica se fijo en unas pintadas que había en el suelo: "hay una cosa que te quiero decir". Pocos metros más tarde únicamente decía: "te quiero", "eres mi todo". Y de nuevo pensé en ella. Esas palabras cálidas seguro que la reconfortarían, la harían sentir mejor y con fuerzas para enjugar sus lágrimas y seguir caminando, pero esta vez con la cabeza alta y orgullosa.

     Hoy salí a pasear para encontrarte, para comprender que todos necesitamos llorar desconsoladamente sin que nadie nos venga a buscar. Gracias por haberte cruzado en mi camino.