sábado, 12 de noviembre de 2011

Encima de puta, apaleá

Hay muchas personas en este mundo a las que no prestamos la atención suficiente, no valoramos su presencia e incluso a veces despreciamos únicamente por un simple hecho: son mujeres.

A lo largo de la historia las mujeres han sido infravaloradas, despreciadas, manipuladas y tratatas como un trozo de carne o como un robot de cocina andante, por fortuna esa tendencia está cambiando y cada vez formamos parte de este mundo en el que vivimos y nuestra voz se puede escuchar entre la multitud, aunque a veces somos nosotras mismas las que nos seguimos tachando de feministas y nos hacemos las víctimas; pero esta no es la línea de mi entrada así que me centraré en el tema en cuestión.

¿Quién de vosotras no ha pensado alguna vez que la vida sería más fácil siendo hombre? no me refiero a las facilidades sociales, si no a las personales que esto nos daría. Yo por ejemplo todo los meses cuando recibo la visita mensual de mi tia la roja lo deseo con todas mis fuerzas, sobre todo cuando tengo que quedarme metida en la cama porque el dolor es insoportable y no puedo ni comer porque todo lo que entra sale por el mismo lugar.

Las mujeres de por sí somos complicadas y no teniendo bastante con ello nos complicamos aún más la existencia: somos perfeccionistas pero nos conformamos con poca cosa, buscamos el príncipe azúl en cada hombre con el que nos cruzamos, queremos estar guapas y atractivas no para nosotras si no para los demás, invertimos nuestro tiempo y esfuerzo sin pedir nada a cambio, nos tragamos nuestro dolor y el ajeno para no preocupar a los demás, nos sacrificamos únicamente por amor a los demás e incluso dejamos de lado nuestros deseos y nuestros anhelos para que los demas vean satisfechos los suyos; se puede decir en pocas palabras que somos tontas, ¿quién en estos tiempos que corren da algo sin pedir nada a cambio? ¿quién te concede una segunda oportunidad? la respuesta es fácil: una mujer. Seguimos siendo las que damos sentido al refranero español "da la mano y te tomarán el brazo", "haz lo que yo digo y no lo que yo hago", "dar mucho, pedir poco", "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra" y el que más me gusta y creo que mejor nos representa: "encima de puta, apaleá", porque aunque nos hayan dado una somanta palos, nos hayan defradudado, nos hayan utilizado como un mero objeto o como una vía de escape e incluso nos hayan roto el corazón en mil pedazos, cogemos todas nuestras hojas marchitas y mustias, las amontonamos y comenzamos de nuevo una y otra vez sin importar las veces que nos hayamos caido ni el porqué.

Así es en esencia una mujer, una animal frágil que necesita atención y cariño de vez en cuando para poder empezar el día con una amplia sonrisa que ilumine su rostro, y que aunque sufra adversidades o decepciones se levantará y caminará. El mundo está lleno de segundas oportunidades, únicamente tienes que encontrar a la persona que se lo merezca y a una mujer que la quiera dar.

Me siento orgullosa de ser mujer, de ser tonta, puta y apaleá.

martes, 1 de noviembre de 2011

Érase una vez

Érase una vez en un país muy muy lejano vivía un/a jovencito/a. Vivía con su familia, en una casa humilde en la que nunca faltaba pan en la mesa gracias al duro trabajo de todos, ya que cada uno aportaba su granito. Toda la familia se sacrificaba y hacía un gran esfuerzo para que los jóvenes no tuvieran que correr la misma suerte que habían tenido sus padres, finalmente y con el paso de los años ese duro esfuerzo se vió recompensado: aquellos jóvenes inexpertos e ingenuos crecieron y se hicieron casi adultos, eran personas hechas y derechas llenas de ilusión y ganas de hacer cosas por si mismos.

Un buen día decidieron que ya era hora de dejar la casa familiar y empezar una nueva etapa en sus vidas por sus propios medios. Algunos ancianos ya les habían dicho que el mundo fuera de la villa era grande, oscuro, corrupto, una jungla en la que tenían que pelear por un pedazo y en la que estarían la mayoría del tiempo solos, tendrían que hacer frente a miles de hechos que desconocían, a situaciones para las que no estaban preparados y ante todo ello tendrían que recuperarse, quitarse el polvo del ropaje, limpiarse y curarse las heridas y levantarse otra vez para seguir adelante. No tenían miedo, no les asustaba el mundo exterior o al menos esa es la sensación que querían y pretendían dar a los demás, empacaron toda la ilusión, esperanza y anhelos que tenían y marcharon a la aventura.

Con el paso del tiempo muchos de ellos volverían a casa, algunos con el rabo entre las piernas y otros clamando el calor y consuelo de la unidad familiar, pero aquellos más aventurados seguirían adelante, sin importar los vaches que tenían que superar y las veces que tendrían que levantarse, estos si que eran unos auténticos valientes. Al igual que les pasó a sus compañeros, necesitaban a su familia y muchas veces pensaron en volver y dejar atrás cualquier atisbo de valentía que hubieran mostrado, pero se aferraron con fuerza a sus ilusiones, enjugaron sus lágrimas, respiraron hondo y se levantaron otra vez.

Moraleja: no importa lo duro que sea el camino o cuan duro sean los baches que te puedas encontrar, aferrate siempre a tus ilusiones y sigue adelante.